jueves, 26 de febrero de 2009

Anfield, a la espera del milagro

Parecía el día soñado para volver a tomar el pulso a Europa. Nueve victorias consecutivas y las dos últimos goleadas invitaban a enfriar el cava en vísperas al partido entre dos históricos de Europa, Real Madrid y Liverpool. El prepartido en los alrededores del Santiago Bernabéu era inmejorable. Se volvía a respirar un aroma de partido grande. La gente caminaba hacia el campo con una sonrisa y un brillo especial en los ojos. Había llegado la hora. Volver a empezar, otra vez.

La salida al cesped de ambos púgiles, cada uno en su correspondiente esquina, terminó por encender la vela de la tarta europea. El Bernabéu rugía, los ingleses vitoreaban a Torres y al bueno de Benítez. Hasta algunos de los allí presentes nos sentíamos un poco del otro lado del ring, donde admirábamos de reojo la pureza y la pasión de las voces de los casi dos mil ingleses allí presentes. Todo fue emocionante hasta pocos minutos del inicio del partido. El Bernabéu instaba al Madrid a encerrar al Liverpool contra las cuerdas y ofrecer el primer golpe de la velada. Como en los viejos tiempos, preciada memoria. Pero Juande y Benítez tenían otro combate preparado, de pizarra, de ajedrez.

El Madrid desaprovechó el primer bonus de su público y se fue diluyendo con el paso de los minutos. Sin apuros, a excepción de dos envites de Torres y Benayoun, pero sin ansia de victoria. Y eso, al que se presupone rey de los reyes, denota un síntoma de debilidad y conformismo impropio del escudo que defiende. Así pasaron los minutos, uno tras otro, sin noticias de aquí o allá. Con un ambiente frío que se ganaron los propios jugadores, Benayoun terminó de congelarlo a falta de pocos minutos para el final con el 0-1. Tanto que venía precedido de una falta infantil de Heinze, cuyos arrebatos de genio debería medir para mejores menesteres. Ahora de nada vale llorar. Próxima parada, Anfield. A la espera del milagro. La historia y el escudo lo merecen. ¿Podemos?
Foto: Marca.com

lunes, 16 de febrero de 2009

Felicidades capitán

Raúl logró anoche su gol 308 con la camiseta del Real Madrid. No era un tanto cualquiera. Superaba a la leyenda viva de Don Alfredo Di Stéfano y se coronaba posiblemente como el mejor jugador de la historia del Real Madrid, en cuanto a números y rendimiento se refiere. Todo ello ante un Molinón que no estuvo muy 'elegante' que digamos. Los gritos de 'Raúl jubílate' no hicieron honor a la gran afición que tiene el Sporting, aunque es cierto que había sentimiento asturiano de por medio. Discutido por muchos y adorado por tantos otros, Raúl ha sido todo un ejemplo de deportividad y comportamiento tanto dentro como fuera de los terrenos de juego a lo largo de toda su carrera. Ante los discrepantes cánticos, respondió como él sabe hacerlo, con el 309, para amainar el temporal. Que no haya dudas.

Algunos me estaréis tachando de oportunista. Mi discurso hasta el día de hoy siempre ha sido el mismo: Raúl no está para jugar 60 partidos al año. ¿Raúl? Sí. ¿Raúl sí o sí? No señores. ¿Quién va a discutir su valía para el equipo? Es incuestionable. Su raza y su espíritu madridista le hacen suplir sus carencias (las innatas y las achacadas a su edad) con nota. Ello tampoco le permite hacerse un hueco en la selección nacional. Las figuras de Villa o Torres se lo impiden, ya pasó su momento, y no está el equipo de Vicente Del Bosque para demasiados cambios.

A partir de ahora debe racionalizar sus minutos con cabeza, el arma que le ha permitido convertirse en la máxima leyenda de la historia del Real Madrid. Con el segundo en el Molinón suma 309 dianas, que ha ido sirviendo a los degustores del mundo del fútbol disfrazados de vaselinas, con remates de cabeza o empujando con la puntita de la bota. Gol muy suyo, decían anoche en la redacción de mi trabajo. Oportunista o jugador de área. Me quedo con lo segundo. Como bien dijo Trueba, volver siempre es no irse nunca. Felicidades capitán.
Foto: As.com

viernes, 13 de febrero de 2009

Al Madrid sólo le queda la Décima

Que no es poco, ojo. A estas alturas de la temporada, el equipo blanco se encuentra en el mes de febrero con la competición europea como único clavo al que aferrarse. Primero fue el Irún en Copa, y después un mal sueño que parece no terminar nunca y que se hace llamar Barcelona. La llegada de Juande consiguió levantar una plantilla cabizbaja, pero las victorias, a efectos pragmáticos, han resultado inútiles. La diferencia de puntos sigue intacta y los de Guardiola no ofrecen síntomas de debilidad, aunque muchos dudan de que esta racha se prolongue hasta el mes de junio. De ser así, pongámonos en pie y aplaudamos.

En la Champions las cosas se ven desde otro prisma. El ambiente recuerda al año de la séptima, con una situación liguera delicada (si se puede llamar así, recordemos que es segundo), y una afición ilusionada con volver a ser grandes en Europa, ese continente que vienen dominando desde sus orígenes y más allá. En los últimos años en el Madrid se ha perdido esa magia, ese espíritu heróico que hacía temblar a cualquiera que visitase el Bernabeu, por muy bueno o guapo que fuera. Quizá el sorteo con el Liverpool haya sido una de las mejores noticias de la temporada, por las expectativas que se han levantado y por el apoyo unánime que la afición está mostrando con el equipo. Llegó la hora de retomar la historia y poner los puntes sobre las íes. Que vuelva el Madrid señores.