Cuantas veces hemos oído a nuestros mayores en la taberna alardear mientras recuerdan a viejas glorias que calzaban zapatones con tacos adosados y burlaban esféricos de tela y cuero. Siempre recelando con Don Alfredo, Puskas, Cruyff... Está bien guardar la historia entre algodones, e incluso adorarla para los más fieles. Pero, como diría aquel, las comparaciones, y más en distintas etapas de la historia, me resultan un tanto odiosas. En lo que a nuestra generación se refiere, hace poco tiempo pudimos disfrutar con la excelencia de un ser superior, otro de los llamados 'elegidos'. Sus entradas prematuras y su figura desgarbada pasarán a la historia como esencias físicas del mejor futbolista del siglo XXI, y me adelanto a la fecha.
Llegó a Madrid con la vitola de gran futbolista y se retiró con el avatar incrustado de leyenda, incluso antes de colgar las botas. Mimaba al balón con dulzura, como a un hijo más, ya que dentro del campo era su tesoro más valioso. Y es que pasarán muchos años, incluso décadas, hasta que volvamos a encontrar sobre el césped otro genio de su talla. Sus controles, sus regates, la elegancia de cada uno de sus movimientos. Todo su repertorio perdurará en nuestra memoria eternamente. Será entonces cuando contemos con la cabeza bien alta a nuestros nietos que sí, nosotros vimos jugar a Zinedine Zidane.
Llegó a Madrid con la vitola de gran futbolista y se retiró con el avatar incrustado de leyenda, incluso antes de colgar las botas. Mimaba al balón con dulzura, como a un hijo más, ya que dentro del campo era su tesoro más valioso. Y es que pasarán muchos años, incluso décadas, hasta que volvamos a encontrar sobre el césped otro genio de su talla. Sus controles, sus regates, la elegancia de cada uno de sus movimientos. Todo su repertorio perdurará en nuestra memoria eternamente. Será entonces cuando contemos con la cabeza bien alta a nuestros nietos que sí, nosotros vimos jugar a Zinedine Zidane.