El 12 de mayo de 2004 se escribe una página con letras de oro en la historia del Real Madrid. De la mano de Florentino Pérez, se presenta al mundo entero el proyecto más ambicioso que jamás se haya visto en un club de fútbol: la nueva Ciudad Real Madrid. Siguiendo las directrices de Santiago Bernabéu, Florentino dibuja un proyecto innovador que da forma al mejor complejo deportivo del planeta.
Casi cuarenta años antes, el 18 de mayo de 1963, Bernabéu hacía lo propio dando vida a la antigua ciudad deportiva situada en pleno corazón de Madrid, junto al Nuevo Chamartín. Nada tenía que ver aquello con las instalaciones de las que disfrutan los cientos de niños que militan hoy en la cantera blanca, pero por aquel entonces suponía la construcción del mayor centro deportivo que cualquier club europeo podía soñar hasta la fecha. En ella se forjaron las leyendas de grandes jugadores que domingo tras domingo ponían en pie al respetable que se daba cita en Chamartín.
Y es que desde el primer día que Florentino asumió la presidencia, su discurso fue tajante: “Debemos recobrar los valores del madridismo, aquellos que inculcó Don Santiago Bernabéu”. Al mejor presidente de la historia del Madrid no sólo se le recuerda por sus grandes éxitos deportivos, sino por todas las infraestructuras que llevó a cabo y la cultura madridista que instauró en el mundo entero. Hay que recordar que al término de la Guerra Civil, el Real Madrid era un club huérfano: sin terrenos, sin fondos y sin jugadores suficientes para confeccionar una plantilla.
En ese preciso instante comenzó a forjarse una leyenda en la historia del fútbol. Bernabéu, a través de varios simpatizantes y amigos, levantó el club hasta volver a inscribirlo en la Liga Española con un equipo de circunstancias. Tenía en mente convertir la institución merengue en la más laureada del mundo. Formó directivas en áreas especializadas y potenció nuevas disciplinas en baloncesto, balonmano, voleibol, tenis y gimnasia, entre otras. Aquel recinto del Paseo de la Castellana, una de sus grandes gestas, contaba con dos campos de césped natural, destinados a los entrenamientos del primer equipo y los partidos oficiales del filial madridista. El resto de terrenos de juego eran de tierra, donde las jóvenes perlas madridistas dedicaban muchas horas a la semana para cumplir el sueño de jugar algún día al lado de sus ídolos.
Para poder reconocer el enclave de sueños que ha moldeado Florentino, primero hay que viajar en el tiempo y valorar el duro sacrificio de un hombre que se desvivió porque el Madrid fuese el club más grande del mundo, galardón que le concedió la FIFA años después de su muerte. Don Santiago había cumplido su sueño. Florentino, en su intento por mantener viva la sombra del eterno presidente, sigue los pasos de su maestro que, a buen seguro, disfruta orgulloso desde arriba mientras entona su canto, tan suyo, “van alegres y risueñas, porque juega su Madrid…”.
Casi cuarenta años antes, el 18 de mayo de 1963, Bernabéu hacía lo propio dando vida a la antigua ciudad deportiva situada en pleno corazón de Madrid, junto al Nuevo Chamartín. Nada tenía que ver aquello con las instalaciones de las que disfrutan los cientos de niños que militan hoy en la cantera blanca, pero por aquel entonces suponía la construcción del mayor centro deportivo que cualquier club europeo podía soñar hasta la fecha. En ella se forjaron las leyendas de grandes jugadores que domingo tras domingo ponían en pie al respetable que se daba cita en Chamartín.
Y es que desde el primer día que Florentino asumió la presidencia, su discurso fue tajante: “Debemos recobrar los valores del madridismo, aquellos que inculcó Don Santiago Bernabéu”. Al mejor presidente de la historia del Madrid no sólo se le recuerda por sus grandes éxitos deportivos, sino por todas las infraestructuras que llevó a cabo y la cultura madridista que instauró en el mundo entero. Hay que recordar que al término de la Guerra Civil, el Real Madrid era un club huérfano: sin terrenos, sin fondos y sin jugadores suficientes para confeccionar una plantilla.
En ese preciso instante comenzó a forjarse una leyenda en la historia del fútbol. Bernabéu, a través de varios simpatizantes y amigos, levantó el club hasta volver a inscribirlo en la Liga Española con un equipo de circunstancias. Tenía en mente convertir la institución merengue en la más laureada del mundo. Formó directivas en áreas especializadas y potenció nuevas disciplinas en baloncesto, balonmano, voleibol, tenis y gimnasia, entre otras. Aquel recinto del Paseo de la Castellana, una de sus grandes gestas, contaba con dos campos de césped natural, destinados a los entrenamientos del primer equipo y los partidos oficiales del filial madridista. El resto de terrenos de juego eran de tierra, donde las jóvenes perlas madridistas dedicaban muchas horas a la semana para cumplir el sueño de jugar algún día al lado de sus ídolos.
Para poder reconocer el enclave de sueños que ha moldeado Florentino, primero hay que viajar en el tiempo y valorar el duro sacrificio de un hombre que se desvivió porque el Madrid fuese el club más grande del mundo, galardón que le concedió la FIFA años después de su muerte. Don Santiago había cumplido su sueño. Florentino, en su intento por mantener viva la sombra del eterno presidente, sigue los pasos de su maestro que, a buen seguro, disfruta orgulloso desde arriba mientras entona su canto, tan suyo, “van alegres y risueñas, porque juega su Madrid…”.