Cerrando los ojos y pensando friamente, el Barcelona disputaba anoche en San Siro su partido más importante de la temporada. El equipo de Pep Guardiola tenía la oportunidad histórica de encarrilar el pase a la consecución de una nueva final de Champions que, para más inri, este año se celebra en campo del eterno rival. Conquistar un título en casa ajena debe ser como acostarse con la novia de tu peor enemigo. Un buen subidón de testosterona. Anoche, entre medias de este divorcio histórico se coló el malo entre los malos para echarle un capote al Inter y, por qué no decirlo, a la parroquia madridista. José Mourinho. 'Mou' para los amigos. Amado por muchos y odiado por otros cuantos más, el técnico portugués volvió a no dejar indiferente a nadie en el encuentro de anoche. Primero con un gran planteamiento que secó por completo al Barça y después con sus polémicas declaraciones dirigidas al bueno de Xavi. El propio Guardiola decía sobre él momentos antes del encuentro que "es el mejor entrenador del mundo". Visto lo visto anoche en San Siro, no iba mal encaminado el bueno de Pep.
A muchos les podrá aburrir el fútbol del Inter, algo ramplón en cuanto a circulación del balón se refiere, pero lo que no hay ningún tipo de duda es que el equipo italiano sabe a lo que juega, tiene un patrón de juego muy bien definido y estudiado que ningún jugador se salta a la tolera. Cuenta con una defensa ruda y muy dificil de doblegar, con un lateral derecho brasileño llamado Maicon al que, cada vez que vemos sobre un terreno de juego, entendemos por qué uno de los mejores del mundo como Dani Alves comienza los partidos con la selección brasileña desde el banco. A esto hay que sumarle un centro del campo perfectamente engranado, con jugadores de la talla de Cambiasso y Sneijder, y una delantera letal comandada por Diego Milito y el ex barcelonista Samuel Eto'o.
Tras la presentación de los actores, podemos afirmar que el Inter pasó anoche por encima del Barça en el Giuseppe Meazza como un rodillo. No le faltó aire ni le tembló las piernas con el gol de Pedro. Simplemente se limitó a observar y a esperar, sabedor que su momento aún estaba por venir. La chica guapa de la fiesta seguía sin dueño. Y, como no podría ser de otra forma, iba a bailar el último rock&roll de la noche con Mourinho. El Inter sacó pecho y remontó el partido como los buenos boxeadores, golpe a golpe, sin buscar un K.O. popular que tumbase al Barcelona. Prefirió hacerlo poco a poco, con finura y perspicacia, dejando que el paso de los minutos se convirtiese en un mal menor para los azulgranas.
Porque fue un 3-1 pero pudo ser peor. Y aunque el Barcelona se esmeró en los últimos minutos y trató de buscar un segundo tanto con más corazón que cabeza, no encontró ningún factor incisivo ni determinante para llevarse un mejor motín al partido de vuelta en el Camp Nou. Porque ya se sabe que cuando se habla de épica, heroicidad o cualquier atributo que se le asemeje, en esas ocasiones, siempre ganan los italianos. Ellos lo inventaron. Veamos si el Barça encuentra la receta la semana que viene. La recompensa lo merece. Espera el Bernabéu.