Cinco victorias consecutivas no han sido suficientes para disipar los murmullos de la grada del Bernabéu. Juande Ramos se hizo cargo del Real Madrid el día 9 de diciembre, relevando a un Bernardo Schuster que tenía al equipo fuera de los puestos de Liga de Campeones. Desde su llegada, ha contado todas sus disputas con victoria a excepción del bonus de Barcelona, donde plantó cara durante 82' en una cita donde el Madrid estaba predestinado a salir escaldado del Camp Nou.
Pero eso al madridismo ya se le ha olvidado. De nada sirve reconocer la recomposición en apenas un mes de un equipo que, ahora al menos, lo parece. Esto si me lo cuentan en el mes de diciembre no me lo creo. Insisto, el socio del Real tiene poca memoria. O demasiado selectiva para lo que gusta. Anoche, cuando Juande Ramos introduce el doble cambio y la grada observa que Raúl es uno de los sustituidos, comienza ese murmullo cochinero que se ha puesto por costumbre cada dos semanas en Chamartín. El caso es discutir y criticar, los 'porqués' son lo de menos.
Raúl fue el artífice de la victoria, nadie le resta méritos. Pero también puede ser sustituido de cuando en cuando. Lo que no se puede es pagar los platos rotos con Drenthe, un chaval de veinte años cuya confianza se ha anulado hasta el punto de no parecer un jugador de fútbol. Recuerdo cuando el año pasado defendía los fichajes de Higuaín o Gago. Para la masa, el primero era la mala sombra de Ronaldo y el segundo un figurante en una película de Fernando Redondo. Ni tanto ni tan calvo señores. El tiempo y la confianza han hecho a ambos dos grandes jugadores con una curva de mejora enorme. Gago es titular con Argentina, selección dirigida por Don Diego Armando Maradona. Algo sabrá de esto.
Y sigo defendiendo que Drenthe es un futbolista válido, y sus primeros partidos como madridista lo demostraron. Un par de malas actuaciones enquistaron a una afición que a veces no sabe tener el talante ni la comprensión necesaria para un joven ansioso por triunfar en la casa blanca. En esto distamos, y por ello lo envidio mucho, del fútbol inglés. Luego se llora porque no se tiene un Fábregas, un Messi, un Benzemá o un Cristiano Ronaldo. Es más cómodo llevarse los dedos a la boca y soltar un par de silvidos para hacer más amena la noche. Ánimo Royston, ¡estoy contigo!.
Pero eso al madridismo ya se le ha olvidado. De nada sirve reconocer la recomposición en apenas un mes de un equipo que, ahora al menos, lo parece. Esto si me lo cuentan en el mes de diciembre no me lo creo. Insisto, el socio del Real tiene poca memoria. O demasiado selectiva para lo que gusta. Anoche, cuando Juande Ramos introduce el doble cambio y la grada observa que Raúl es uno de los sustituidos, comienza ese murmullo cochinero que se ha puesto por costumbre cada dos semanas en Chamartín. El caso es discutir y criticar, los 'porqués' son lo de menos.
Raúl fue el artífice de la victoria, nadie le resta méritos. Pero también puede ser sustituido de cuando en cuando. Lo que no se puede es pagar los platos rotos con Drenthe, un chaval de veinte años cuya confianza se ha anulado hasta el punto de no parecer un jugador de fútbol. Recuerdo cuando el año pasado defendía los fichajes de Higuaín o Gago. Para la masa, el primero era la mala sombra de Ronaldo y el segundo un figurante en una película de Fernando Redondo. Ni tanto ni tan calvo señores. El tiempo y la confianza han hecho a ambos dos grandes jugadores con una curva de mejora enorme. Gago es titular con Argentina, selección dirigida por Don Diego Armando Maradona. Algo sabrá de esto.
Y sigo defendiendo que Drenthe es un futbolista válido, y sus primeros partidos como madridista lo demostraron. Un par de malas actuaciones enquistaron a una afición que a veces no sabe tener el talante ni la comprensión necesaria para un joven ansioso por triunfar en la casa blanca. En esto distamos, y por ello lo envidio mucho, del fútbol inglés. Luego se llora porque no se tiene un Fábregas, un Messi, un Benzemá o un Cristiano Ronaldo. Es más cómodo llevarse los dedos a la boca y soltar un par de silvidos para hacer más amena la noche. Ánimo Royston, ¡estoy contigo!.
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