Ocho goles se pudieron ver anoche en el Bernabeu. Algo poco habitual en los últimos tiempos en nuestra Liga, y no hablo de la cantidad, simplemente de la materia prima, el gol. Nuestro fútbol se ha convertido en un juego más parecido a la ajedrez, más estratégico, más plano, que lo que verdaderamente debería ofrecer, un buen espectáculo, igual que el cine, el teatro o el baile (qué se yo). Sólo unos pocos, como el Villarreal, se libran de esta mala moda que hace que domingo tras domingo los estadios presenten imágenes más tristes.
¿Quién tiene la culpa? Tenemos opiniones para todos los gustos. Es cierto que la presión a la que están sometidos los equipos en España no es la misma que tienen, por ejemplo, en Inglaterra (dios bendiga la Premier). Son distinas formas de ver el fútbol, otra filosofía. El deporte es simplemente eso, deporte. Las cosas en España funcionan de forma distinta. Aquí cuatro derrotas consecutivas mandan a un entrenador al paro, no se da un mínimo margen de confianza.
Por eso anoche la gente del Bernabeu volvió a disfrutar de lo lindo con los suyos. En frente tuvo una buena pareja de baile para recobrar sensaciones que parecían enterradas en Chamartín. El chico bueno que llegó mejor acompañado desde Alemania (Van Der Vaart) destapó el tarro de las esencias y ofreció una clase magistral de dirección, pegada y definición. Estuvo bien secundado por De La Red y Diarra en la medular, con dos gacelas por delante (Robben e Higuaín) y un deteriorado Raúl en punta de ataque.
La prensa y los nostálgicos se quedan con sus dos goles. No les quito mérito, pero llegaron con un rival roto físicacamente y mentalmente. Hasta entonces nadie había visto a Raúl. Lo digo ahora para que no me tachen de oportunista, no está, ha estado, y por eso es y será un mito para el madridismo, pero a veces el fanatismo juega una mala pasada en la cabeza de los aficionados. Pese a todo, ojalá me equivoque.
1 comentario:
Raúl ... déjalo ya ¡
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