18 de Octubre del 2.008. 'Este año sí, este año sí...'. Era el pensamiento popular a las 18.00 horas en los alrededores del Vicente Calderón. Se enfrentaban Atlético y Real Madrid en un nuevo derbi cargado de morbo y tensión. Sobre esa hora llegué al metro de Pirámides, donde mi compañero José me esperaba bien camuflado y de incógnito. No hay por qué arriesgar, somos jóvenes, con toda la vida por delante. Antes de entrar al feudo rojiblanco, un par de cañitas mientras veíamos como Nadal sucumbía ante Simons en el Master Series de Madrid.
Con bufanda en bolsa y camiseta recogida, nos dirigimos confiados hacia el estadio ante el gran ambiente de las calles. Cánticos para todos: 'Platini muérete', 'Este año sí', y todo lo que os podais imaginar en contra del Real Madrid y sus aficionados. Cosas del fútbol, lo mismo ocurre en el Bernabeu. Pero todos y cada uno de ellos rebosantes de ilusión. Tras el mazazo ante el Barcelona, la afición quería darse un gustazo y qué mejor momento que ganar al eterno rival.
Estamos en la puerta 7. No vemos ningún madridista, pero sacamos nuestra entrada y cruzamos el torno. Nos cachean de arriba a abajo, y cuando saco mi bandera y mi camiseta un agente de seguridad del club me dice 'que la esconda, que no provoque'. No daba crédito. Mi respuesta fue inmediata: '¿Te hace algún daño ver la bandera? Porque es la bandera de mi equipo y la llevo porque me da la gana'. Pasando de este individuo, subimos a la grada cuando, cuál es nuestra sorpresa, todos los aficionados madridistas ya estaban dentro. La mayoría jóvenes pertenecientes al grupo Ultras-Sur, los seguidores más radicales del Real Madrid. Hasta poco antes del partido el ambiente es tranquilo, pero cuando los jugadores salen a calentar comienza lo bueno. Colchoneros y vikingos intercambian cánticos ofensivos. La guerra (sana) ha empezado.
El ambiente es inmejorable. Intentamos hacernos sonar y nos consta que a los jugadores les llega nuestro aliento. Nos devuelven los aplausos. Quedan pocos minutos para que comience el choque. El Calderón muestra una imagen inmejorable. El color rojiblanco y el cántico del himno hacen que a uno se le ponga la piel de gallina, aunque no sea su equipo. Parece que es su noche, incluso me entraron las dudas de un partido al que entré más confiado que de costumbre. Pero todo ello se borró en 32 segundos. Sin apenas darnos cuenta del inicio del duelo, el zapatazo y el gol de Van Nistelrooy nos hace estallar de alegría ante la incredulidad de los miles de colchoneros. La historia se repite.
Del partido ya lo saben todo. Dos goles anulados injustamente al Real Madrid y una expulsión un tanto rigurosa a Ruud. En la segunda mitad los de Aguirre se envalentonaron, y de la mano de su público fueron encerrando al Madrid poco a poco en su área. Todos confiábamos en matar el partido en una de los contras que tuvimos, pero un inspirado Leo Franco lo impidió. Minuto 88. Falta innecesaria de Sergio Ramos en la frontal del área. Nuestro sector enmudece. Y Simao, un gran especialista, coge el balón. 'Nos la lían', le digo a José ante el nerviosismo popular de los vikingos. Lanza el portugués. Gol, golazo. El Calderón se viene abajo. Nuestras caras, todo un poema. Un tanto cabizbajos, intentamos sobreponernos al duro golpe. Casi K. O.
Pero la alegría les dura poco. Empezamos a animar a los nuestros. Quedaba un largo descuento y todo era posible. Somos el Madrid, el Real. El destino le tenía guardado una gran sorpresa al 'Pipita', como había presagiado antes del choque. Drenthe encara a un Heitinga que le temblaban hasta las medias. Todo el público en silencio. Ante el Madrid los partidos duran más de 90 minutos. Y el holandés la armó. Bonita bicicleta, patada y penalti. La grada atlética no da crédito. Nuestros aficionados estallan de júbilo. Nos preguntamos: '¿Van Der Vaart?'. No señores... '¡Higuaín!'. El argentino le echa dos bemoles y coge el balón y se dirige hacia el punto de los once metros. Muchos de nosotros no queríamos ni mirar. Lanza y ... ¡GOL!. El resto lo veis en el video, inexplicable con palabras las sensaciones que vivimos.
El árbitro pita el final. Los indios con lágrimas en los ojos no se lo creen. La historia vuelve a hacer acto de presencia. El Madrid muestra su supremacía, su superioridad, su grandeza. José y yo nos abrazamos exhuberantes, no cabemos en nosotros mismos. Una noche mágica. Gracias Real.
Esperamos aproximádamente media hora en el estadio. Un poco de cachondeo y mala leche hubo, no quiero mentirles, pero era una noche para disfrutar, era otra de nuestras grandes noches. El Madrid volvió a acudir a su cita con el éxito. Nos disponemos a abandonar el Calderón (hasta el año que viene). Un enorme despliegue policial nos escolta hasta el metro de Puerta de Toledo. La gente por las calles queda un poco extrañada, algunos no saben quiénes somos. Otros, como los atléticos, lo saben a la perfección y comienza un nuevo intercambio de cánticos e insultos. Pero todo queda en nada. El gran trabajo de la policía impide cualquier tipo de incidente. Todo ha terminado. Final feliz. Hala Madrid.