Inmaculado. Así podemos calificar el camino de nuestra selección hacia el próximo mundial de Sudáfrica en esta fase de clasificación, en la que ha imperado el color rojo sobre los cinco continentes. Porque no hablamos de egos, ni de sensaciones, que también. Lo hacemos con datos en mano, con estadísticas abrumadoras, con un grupo compacto plagado de estrellas que juegan como los ángeles y que anoche certificaron su clasificación goleando a Estonia jugando a ralentí.
Si echamos la vista atrás, fue el comienzo de un nuevo ciclo cargado de incertidumbre. Del Bosque había reemplazado a un Luis Aragonés que había conseguido moldear el mejor equipo de nuestra historia. Veníamos de maravillar al mundo en la Eurocopa, donde al fin, como bien rezaban nuestras plegarias, pudimos! Al fin teníamos una seña de identidad, un estilo propio que trascendía más allá de un nombre. Y, al fin, habíamos roto el maleficio que arrastraba nuestro país desde hacía muchas décadas: éramos nosotros, sí. Campeones de Europa.
Pero tocaba volver a empezar de cero. La resaca europea quedaba atrás y tocaba mirar hacia el futuro, hacia la cita más importante para todo futbolista: el mundial. Y lo hemos hecho sin paliativos, habiendo fracasado entre medias en la Confederaciones, todo sea dicho, porque esto del fútbol no es una ciencia exacta y un mal día lo puede tener cualquiera. Hasta Xavi, Villa, Torres Hasta ellos, que anoche sellaron la clasificación con ocho victorias consecutivas que nos convierten en uno de los máximos favoritos para Sudáfrica.
Mientras, selecciones como Portugal, Argentina o Francia mendigan por una repesca que les permita estar en la cita mundialista. Esto demuestra que no sólo basta con tener nombres, estrellas, galácticos. Por encima de todo está el bloque, el equipo, y esa es la principal baza con la que cuenta España. Un grupo compacto y unido que ya tiene tachada una fecha en el calendario, el próximo verano en el que todos y cada uno de ellos espera y sueña con volver a hacer historia, con volver llevar a nuestro país hasta lo más alto...
Si echamos la vista atrás, fue el comienzo de un nuevo ciclo cargado de incertidumbre. Del Bosque había reemplazado a un Luis Aragonés que había conseguido moldear el mejor equipo de nuestra historia. Veníamos de maravillar al mundo en la Eurocopa, donde al fin, como bien rezaban nuestras plegarias, pudimos! Al fin teníamos una seña de identidad, un estilo propio que trascendía más allá de un nombre. Y, al fin, habíamos roto el maleficio que arrastraba nuestro país desde hacía muchas décadas: éramos nosotros, sí. Campeones de Europa.
Pero tocaba volver a empezar de cero. La resaca europea quedaba atrás y tocaba mirar hacia el futuro, hacia la cita más importante para todo futbolista: el mundial. Y lo hemos hecho sin paliativos, habiendo fracasado entre medias en la Confederaciones, todo sea dicho, porque esto del fútbol no es una ciencia exacta y un mal día lo puede tener cualquiera. Hasta Xavi, Villa, Torres Hasta ellos, que anoche sellaron la clasificación con ocho victorias consecutivas que nos convierten en uno de los máximos favoritos para Sudáfrica.
Mientras, selecciones como Portugal, Argentina o Francia mendigan por una repesca que les permita estar en la cita mundialista. Esto demuestra que no sólo basta con tener nombres, estrellas, galácticos. Por encima de todo está el bloque, el equipo, y esa es la principal baza con la que cuenta España. Un grupo compacto y unido que ya tiene tachada una fecha en el calendario, el próximo verano en el que todos y cada uno de ellos espera y sueña con volver a hacer historia, con volver llevar a nuestro país hasta lo más alto...
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