Nueva cita con la historia, nueva remontada épica. De esto ha vivido estos dos últimos años el Madrid para conquistar ambas Ligas. El guión parecía estar escrito. Tras una primera parte desastrosa con pañolada al palco de por medio, los guerreros de Schuster afilaron sus espadas y se armaron con hachas de guerra para dar la vuelta a una situación que sólo ellos podían cambiar. Y es que con el empate a tres de Gago nadie daba un duro por el Sevilla, que hasta entonces había hecho lo justo para golear al Madrid en el Bernabéu, algo que viene sucediendo con frecuencia en los últimos encuentros.
Reapareció Robben, el único jugador de este Madrid junto a Higuaín capaz de romper un partido, de protagonizar una jugada a sus espaldas, de poner en pie al respetable de Chamartín. Lástima que las lesiones no vayan a permitir a este joven de entradas prematuras demostrar que sin lugar a duda es uno de los mejores extremos del mundo. Su expulsión supuso un chaparrón más importante que el agua que caía sobre el césped del Bernabéu. Tras enfilar el tunel de vestuario, la magia y la conexión con la afición se esfumaron de un plumazo. Cayeron los brazos y de ello se aprovechó el Sevilla, que una ocasión de gol en la segunda mitad le bastó para llevarse los tres puntos del coliseo blanco.
Esta vez la razón se impuso a la épica y al corazón. En un mal momento, el peor posible, porque la semana que viene esperan Xavi, Messi, Eto´o y compañia con ciertos aires de revancha. El orgullo herido esta vez lo tienen ellos. Y puede ser la puntilla que hunda definitivamente a este Madrid. Sólo un milagro podrá evitar la debacle en el Camp Nou viendo el juego de este Barça, pero si por algo se ha caracterizado este Madrid es por haber tenido cierta conexión con el cielo cuando lo ha requerido. No les pidan luchar por la Champions y tal y como está el patio tampoco por la Liga, pero quizá un arreón de orgullo aun quede en las botas de un equipo que parece haber tocado fondo.
Reapareció Robben, el único jugador de este Madrid junto a Higuaín capaz de romper un partido, de protagonizar una jugada a sus espaldas, de poner en pie al respetable de Chamartín. Lástima que las lesiones no vayan a permitir a este joven de entradas prematuras demostrar que sin lugar a duda es uno de los mejores extremos del mundo. Su expulsión supuso un chaparrón más importante que el agua que caía sobre el césped del Bernabéu. Tras enfilar el tunel de vestuario, la magia y la conexión con la afición se esfumaron de un plumazo. Cayeron los brazos y de ello se aprovechó el Sevilla, que una ocasión de gol en la segunda mitad le bastó para llevarse los tres puntos del coliseo blanco.
Esta vez la razón se impuso a la épica y al corazón. En un mal momento, el peor posible, porque la semana que viene esperan Xavi, Messi, Eto´o y compañia con ciertos aires de revancha. El orgullo herido esta vez lo tienen ellos. Y puede ser la puntilla que hunda definitivamente a este Madrid. Sólo un milagro podrá evitar la debacle en el Camp Nou viendo el juego de este Barça, pero si por algo se ha caracterizado este Madrid es por haber tenido cierta conexión con el cielo cuando lo ha requerido. No les pidan luchar por la Champions y tal y como está el patio tampoco por la Liga, pero quizá un arreón de orgullo aun quede en las botas de un equipo que parece haber tocado fondo.
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